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jueves, 13 de enero de 2011

Insomnio


Se transformó mi lecho en refinado potro de torturas.
Vosotros, los que pobláis los infinitos aposentos de la noche, tal vez queráis hablarme del ignoto lugar en el que habita el sueño.
Oscuridad, rabia, impotencia, desazón... jinetes que cabalgan imparables sobre la azul esfera.
 El aire de la pequeña habitación se espesa mas y más con la terrible angustia.
-¡Basta! ¡No puedo más! ¡Que alguien pida ¡por Dios! a ese traidor que extienda de una vez su manto sobre mis pobres pupilas desveladas!


martes, 11 de enero de 2011

El tio Noviercas


-¡Que aproveche a todos!
- ¡Gracias!
- Padre, otra vez llega tarde. ¿No va a ver forma de que llegue a comer a tiempo?
- Vosotros tranquilos. Ya os tengo dicho que si no llego a tiempo que comáis. Es que…se me ha parado el reloj.
- ¡Claro! ¡Otra vez tiene la culpa el reloj!
- Niño, córrete un poco, déjale sitio al abuelo.
- No me eches tantas judías, hija. Me gustan, pero me cuesta mucho hacer la digestión.
- Lola, ¿sabes quién se casa hoy?
- ¿Quién?
- Begoña, aquella que trabajaba conmigo en el taller.
- ¿Aquella que estaba casi siempre mala?
- Sí. Dicen que ha tenido mucha suerte, que el novio es una bellísima persona. Bueno, pues el golpe ha sido que después de tantos años trabajando juntas no ha invitado a ninguna compañera de trabajo.
- ¡No me digas!
- Me lo ha contado Rosa. Dice que en el taller se comentaba que como había ascendido de categoría sólo ha invitado a gente de copete.
- ¡Vamos, que no quería a ningún pelagatos! Pues debían haberse presentado en la comida y nada más, como ella. ¿No era esa la que se colaba con una amiga en las bodas sin estar invitadas?
–Sí. Dicen que es verdad.
- ¿Sabéis lo que le pasó al tio Noviercas?
- ¿Qué le pasó, abuelo?
- Pues veréis. Hace muchos años se casaron unos novios en Borobia, un pueblo que está cerca del mío, y un hombre al que le decían el tio Noviercas porque era de un pueblo cercano que se llamaba así, no estaba invitado a la boda. Pero como era muy gorrón, pensó que en el barullo nadie caería en la cuenta si aparecía por allí. Los invitados por parte del novio pensarían que estaba  por parte de la novia, y lo mismo les pasaría a los de la novia, que creerían que estaba invitado por parte del novio. -¡Échame un vaso de vino, chiquita, que parece que me cuesta terminar estas judías!
- ¡Juan, apártate un poco, que vas a meterle el pan al abuelo en la boca!
- Porque no tengo dientes, sino más de tres veces me habría ya comido lo que lleva en la mano este chico.
- Pero abuelo, ¿qué pasó?
- Pues verás. Cuando iban a sentarse a comer, algún invitado curioso empezó a indagar sobre quién había invitado al tio Noviercas. ¡No! Nosotros no lo hemos invitado, dijo un pariente cercano del novio. Pues nosotros tampoco, dijo un pariente de la novia. Entonces… - Dame un trozo de pan, hija.
- Entonces, ¿qué, abuelo?
- Entonces, se pusieron todos de acuerdo, y cuando el tio Noviercas se sentó para comer, empezaron a decirle: ¡Córrase un poco más tio Noviercas! Y al momento otra vez: ¡Córrase un poco más tio Noviercas! Así hasta que lo sacaron de la mesa y no le quedó más remedio que irse del banquete. Se marchó para su pueblo y, cuando estaba a la mitad del camino, se tropezó con unos que iban a Borobia y les dijo: Cuando lleguéis al pueblo les decís a los de la boda por dónde  habéis visto al tio Noviercas. ¡ A ver si ya me he corrido bastante!
Un coro de risas celebra el chascarrillo del abuelo, mientas él, con su boca desdentada, se dispone sin prisas a atacar el segundo plato.

miércoles, 5 de enero de 2011

Queridos Reyes Magos


Queridos Reyes Magos: Hace muchos años que dejé de enviaros mi carta. Hoy, será tal vez porque los años empiezan a volverme niña, he decidido hacerlo.
No quiero que me traigáis dinero porque me sentiría avergonzada pensando en los parados, en los que perdieron su casa porque no han podido pagar sus hipotecas, en tanto pobre que no puede cubrir sus necesidades más elementales…
Tampoco necesito regalos. Tengo muchas cosas, creo que demasiadas.
Os pido trabajo para todos los que no lo tienen, justicia para los que la esperan, solidaridad, paz, y esperanza para nuestro pobre mundo.
En el terreno familiar las cosas no nos han ido demasiado bien, así que os pido fortaleza y mucho amor para que podamos salir adelante.
Y que, aunque me vaya volviendo mayor, nunca, nunca, me falten la ilusión y los sueños.
Gracias, queridos Reyes Magos.

Ser madre

Ser madre es sentir un día tu vientre como tierra fecunda anegada.
Descubrir con asombro que un ser nuevo te crece por dentro.
Es reír. Es cantar. Es oír sus latidos y, amorosa, decirle muy quedo:
-Hijo mío, descansa tranquilo que tu madre vigila tu sueño.
Y es soñar. Soñar para él mil locuras:
¡Ministro ha de ser! ¡Qué digo ministro! ¡Príncipe lo menos!
¡El más guapo, el más listo, el más fuerte, el más bueno de todos los hombres!
Es sentir desgarrar tus entrañas cuando el hijo se asoma a la vida.
Escuchar su llanto primero y gritar exhausta:
-¡Hijo! ¡Hijo de mi alma! ¡Mi gloria! ¡Mi cielo!
Es tomarlo en brazos, acercarlo a tus labios, besarlo muy suave porque tienes miedo de quebrar su cuerpo.
Es notarte henchida cuando posa su boca en tus senos.
Es velar, es sufrir, es llorar al pie de la cuna cuando no está bueno.
Es reír sus gracias. Sostener, temblando, sus pasos inciertos.
Es verlo crecer. Arroparlo, mimarlo. Contemplar arrobada su sueño.
Comprarle un juguete. Contarle cien veces el cuento que tanto le gusta.
Estrecharlo muy fuerte en tus brazos y ahuyentar sus miedos.
Sorprenderte al notar de repente que se ha vuelto un hombre.
Comprender que el amor ha salido a su encuentro.
Amarrar fuertemente tus manos que, inconscientes, se alargan para retenerlo, y decirle:
-Márchate hijo mío y vuelve cuando quieras, que yo noche y día en casa te espero.
A veces, ser madre es ver cara a cara a la muerte que aprisiona a tu hijo en sus garras.
Presenciar impotente su lucha. Comprender, desolada, que ha salido vencido en el duelo.
Y entonces, ser madre es sentir que el dolor, como fiera rabiosa, desgarra tu pecho.
Es querer morir...¡Morir! ¡Morir! ¡Morir!
Y de pronto, apretar los puños y...¡Seguir viviendo!
Porque un hijo no se va del todo mientras que su madre lo sigue queriendo.

martes, 4 de enero de 2011

La sabiduría del Dalai lama


Alguien, tal vez un periodista, hizo esta pregunta al Dalai Lama:
- ¿Qué le sorprende más de la humanidad?
Y él respondió:
- Los hombres… Porque pierden la salud para ganar dinero. Después, pierden el dinero para recuperar la salud. Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro. Y viven como si no tuviesen que morir nunca… Y mueren como si nunca hubiesen vivido.
Pienso que en estas escasas palabras se encierra una gran sabiduría. Así somos los humanos. Basta con detenerse unos momentos y poner un poco de atención para descubrir el hormiguero humano en pleno frenesí. El niño y el adolescente ansían hacerse adultos. Los adultos luchan día tras día para encontrar un lugar apropiado en la rueda de la vida. Un buen trabajo, una buena posición económica, una buena pareja, unas buenas vacaciones, ascender, tener más dinero, vestir a la última moda, tener joyas, comprarse un buen coche, lograr una segunda vivienda en la playa o en la montaña… Trabajar, trabajar, trabajar…
Y las horas, los días, los años, se nos escapan como el agua de la fuente entre los dedos. Y un buen día, tal vez en una pausa obligada en este ritmo frenético, caes en la cuenta de que has consumido más de la media botella de tu vida.
Y el vino que queda dentro de ella - lo digo por experiencia - a causa de la edad, de los achaques, de las desilusiones, de la muerte de los seres queridos… ya no resulta demasiado dulce.
¡Ojalá aprendiéramos todos a vivir el presente, que es en realidad lo único que tenemos!