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jueves, 30 de diciembre de 2010

Tiempo de balances




 

Supongo que estas fechas de fin de año son muy apropiadas para que los empresarios hagan balance de sus negocios. Y como el negocio más importante que poseo es mi propia vida, he pensado que tal vez podría resultarme provechoso hacerlo yo también.
Voy a empezar por el apartado del Debe. No porque sea especialmente propensa a tener en cuenta lo negativo, sino por darme el gusto de que lo bueno se quede para el final y pueda quedarme buen sabor de boca al terminar mi examen.
Veamos que ha dado de sí este 2010.
Apartado del Debe:
  • Se me escapó otro año de mi vida, y llevo por la mitad el sexto decenio, que ya pesa.
  • Mi salud se ha resentido con artrosis, artritis, frecuentes y sonoros crujidos de huesos y problemas digestivos varios.
  • He sufrido una casi imperceptible, pero cierta, disminución de mi estatura, por lo que para llegar a los lugares elevados necesito ejercitarme con distintas series de estiramientos.
  • Aumentaron mis arrugas y no tengo ningún lifting a la vista.
  • Mi memoria flaquea, de modo que…Mmmm, no puedo recordar el nuevo apartado que pensaba poner a continuación en este balance. Es algo que empieza a ocurrirme con cierta frecuencia. Cuando empiezo a hablar, alguna que otra palabra …se escapa …se escapa y no la encuentro. ¡Que horror!
  • Me duermo mientras estoy sentada ante el televisor. (Creo que hasta me quedo con la boca abierta y suelto algún ronquido) En mi defensa diré que muchos de los programas que se emiten carecen de interés para mí. Por el contrario, si me siento ante el ordenador, mis ojos se abren de par en par y no aparece el menor síntoma de sueño.
  • He tenido un año horríbilis en el terreno familiar. (Dios nos guarde de otro igual)
Podría alargar esta lista, pero no es cuestión de machacarse, por aquello de que no disminuya mi autoestima.
Y ahora, vayamos a lo positivo.
Apartado del Haber:
  • Soy una persona más sabia, porque la experiencia, según dicen, es la madre de la ciencia, (aunque no siempre, creo). Y esta sabiduría me hace contemplar la vida con otros ojos.
  • Como le ocurre al vino añejo, creo que mejoró la calidad de mi amor.
  • Me siento querida y valorada por mi familia y mis amigos.
  • Disfruto mucho con las pequeñas cosas que me ofrece la vida.
  • Se acrecentaron mi fe y mi esperanza. Por eso espero que el año que está a punto de comenzar merecerá la pena de ser vivido.
¡Me estoy alargando!
Como "lo bueno, si breve, dos veces bueno", terminaré ya mi exposición para no aburrir a mis lectores.
¡Descansa en paz, año 2010 ¡
Y siguiendo con los dichos: "A rey muerto, rey puesto" ¡Feliz año 2011, amigos!

lunes, 27 de diciembre de 2010

Retazos*** Días de invierno


Esta mañana he viajado a Zaragoza con motivo de una consulta médica. Llevamos ya varios días en los que el invierno ha enseñado sus garras. La niebla nos ha acompañado durante todo el trayecto. El campo, la hierba, los árboles, lucían un hermoso vestido blanco de escarcha. ¡Ojalá hubiese cogido la cámara!- me he dicho. Pero no importa. Conservo una buena colección de imágenes del invierno pasado. Una mañana, en la que quedamos sorprendidos pensando que de forma inexplicable habíamos amanecido en Siberia, tapada hasta los ojos, recorrí buena parte del pueblo, y más tarde salí por el campo, para inmortalizar aquel hecho nada usual. La naturaleza había tejido durante la noche los más hermosos y blancos encajes.
Al acabar la visita me he despedido de mi hija que todavía tenía que realizar varias gestiones y he ido buscando un bus urbano con el que poder llegar a las proximidades de la estación de autobuses. La gente caminaba embutida en su ropa de abrigo. Al contacto con el frío, el aliento proporcionaba a los viandantes el aspecto de chimeneas encendidas. He llegado a las proximidades del Corte Inglés, en el Paseo Sagasta. Mientras esperaba la llegada del 33, resguardada bajo la marquesina, he visto pasar un joven oriental montado en su bicicleta. Una pequeña que estaba en la parada en compañía de su hermano, ha soltado una carcajada. Yo no he podido por menos que esbozar una sonrisa. El ciclista llevaba un gorro recién comprado, seguro, ya que conservaba todavía la etiqueta del precio. Eso me ha hecho recordar el Día de Inocentes -hoy víspera, por cierto -. ¡Cuántas bromas se gastaban en los años de mi juventud! Algunas, graciosas, otras demasiado pesadas. Un veintiocho de diciembre, iba yo por la Plaza de España y por delante de mí caminaba un hombre maduro que llevaba sujetos a la espalda varios muñecos de papel de periódico. La gente lo miraba y se reía. Todavía recuerdo cómo se enfadó cuando me acerqué a él para avisarle. Casi parecía que fuera yo la culpable. Espero no ser víctima de ninguna inocentada. Por supuesto, si alguien me pide prestado dinero le diré que no, no sea que a continuación me diga aquello de: "Los Santos Inocentes te lo pagarán"

domingo, 26 de diciembre de 2010

Las canciones de mi madre


Mi madre fue una mujer alegre. Cuántas veces la oí cantar mientras llevaba a cabo sus tareas de ama de casa. Como a cualquier otro ser humano la vida le deparó alegrías y tristezas, pero éstas últimas no pudieron con su ánimo y sus ganas de vivir. Yo, por el contrario, raras veces canto. Durante años, la pena por la enfermedad de mi marido ahuyentó de mi lado la alegría, y ahora, cuando el dolor por su pérdida empieza a serenarse, a veces me sorprendo al encontrarme tarareando en mi interior alguna canción.
Hoy ha tenido lugar uno de esos momentos, y ha sido precisamente recordando una de sus canciones. Sólo me salían algunos fragmentos, pero tirando y tirando del hilo, he logrado recomponerla.
Es como un pequeño romance y recuerdo bien que siendo yo muy niña me sentía triste al escucharla. Dice así:
"Me casó mi madre, me casó mi madre,
chiquitita y bonita, ¡ay, ay, ay!
chiquitita y bonita.
Con un muchachito, con un muchachito,
que yo no quería, ¡ay, ay, ay!
que yo no quería.
A los pocos meses, a los pocos meses
el pájaro se iba, ¡ay, ay, ay!
el pájaro se iba.
Le seguí los pasos, le seguí los pasos,
por ver dónde iba, ¡ay, ay, ay!
por ver dónde iba.
Ya lo vi subir, ya lo vi subir,
a casa su querida, ¡ay, ay, ay!
a casa su querida.
Me volví a mi casa, me volví a mi casa,
triste y afligida, ¡ay, ay, ay!
triste y afligida.
Me puse a coser, me puse a coser,
coser no podía, ¡ay, ay, ay!
coser no podía.
Me asomé al balcón, me asomé al balcón,
por ver si venía, ¡ay, ay, ay!
por ver si venía.
Ya lo vi venir, ya lo vi venir,
por la calle arriba, ay, ay, ay!
por la calle arriba.
Venía diciendo, venía diciendo,
ábreme María, ¡ay, ay, ay!
ábreme María.
Que vengo cansado, que vengo cansado,
de buscar la vida, ¡ay, ay, ay!
de buscar la vida.
Tú de dónde vienes, tú de dónde vienes,
de casa tu querida, ¡ay, ay, ay!
de casa tu querida.
Me dio un empujón, me dio un empujón,
me dejó tendida, ay, ay, ay!
me dejó tendida."
Con todo mi amor hacia todas aquellas mujeres que sufren por culpa de su pareja. ¡Que ni una sola mujer consienta ser humillada y maltratada!

domingo, 19 de diciembre de 2010

Retazos*** El primer día de escuela

"¡Doos por uno es doos! ¡Doos por doos cuatro! ¡Doos por trees seis!". Subo las escaleras despacio, sin hacer ruido, para que nadie me descubra. Meto la cabeza por el gatero con mucho cuidado y miro lo que hay dentro. Veo al Chivín y también a mi hermano. Oigo la voz del maestro y saco la cabeza muy deprisa. La vuelvo a meter. Nadie me ha visto. Me aburro de estar así. Ahora meto la mano y llamo a mi hermano, primero en voz baja, luego más fuerte. El Daniel me mira, se enfada y hace gestos para que me vaya. Saco la cabeza de nuevo. ¡Es tan aburrido estar sola…! Con mis hermanos me lo paso bien. Cuando hacen los deberes y estudian, yo cojo mi cartilla y digo las mismas palabras que ellos, aunque si son difíciles no sé decirlas bien. Algunas veces, sin que se den cuenta, escribo con el pizarrín en sus pizarras. Entonces ellos me gritan, y hasta me dan una torta. Pero casi siempre me perdonan. ¿Cuándo vendrá madre? Se ha ido de viaje y me he quedado con la tía Saturnina. Como me aburría me he venido a la puerta de la escuela. ¿Qué estarán haciendo? Voy a ver. Me asomo de nuevo. Mi hermano ha vuelto la cabeza y el Chivín también, y me mira y se ríe. De repente se abre la puerta y veo las piernas largas del maestro. ¿Cómo habrá sabido que yo estaba aquí? Tengo miedo. Me coge de la mano y entramos. Todos me miran y se ríen. A mí me da vergüenza. Ahora estoy sentada en un pupitre. Como las piernas no me llegan al suelo me divierto moviéndolas sin parar. También hago dibujos en un papel y escribo mucho. Escribo todas las cosas que dice el maestro y lo que dicen los chicos. Miro a la María y al Daniel, y a una Virgen que está en un cuadro en la pared y tiene una culebra y unos cuernos blancos en los pies, y a un hombre que está en otro cuadro, que tiene bigote y lleva una chaqueta muy nueva y muy planchada. ¡Ay qué contenta estoy! ¡Ya estoy en la escuela! ¡Ya soy mayor!

Amigo, no digas nunca...


Amigo, no digas nunca… esto no me pasará.
Tú eres tan solo una hoja que mueve el viento al azar.
Amigo, no digas nunca… de esta agua no beberé.
¡Ni tan siquiera imaginas dónde te lleva la sed!
Amigo, no digas nunca… hallaré gozo y descanso.
Que esta vida es una rueda de trabajos y quebrantos.
Amigo, no digas nunca… no habrá poder que me mueva.
Que ojo humano nunca vio cosa firme en esta tierra.
Amigo, no digas nunca… puedo vivir sin amor.
¡Qué sería de la tierra si no la alumbrara el sol!

La joven salvaje



Cuando hace ya más de tres años conocí la noticia de que una joven de 27 años  había aparecido  tras su desaparición en la jungla de Camboya siendo una niña de 8 años de edad, mientras se dirigía a recoger el ganado en compañía de un primo de seis años, sentí un gran desasosiego. Me podía la curiosidad - y el morbo- ¿por qué negarlo? Hubiera dado algo por conocer cómo transcurrieron esos largos años que transformaron a una niña, normal como cualquier otra de su edad, en un ser, mitad persona mitad animal, que en lugar de sentirse feliz por poder reintegrarse en la sociedad donde nació, lo que deseaba de verdad era poder volver a su peculiar modo de vida en la jungla.
Partiendo de la realidad, de que se trataba de una niña de familia humilde, lo que explica el hecho de que tuviese encomendada la tarea de cuidar el ganado a una edad tan temprana, ¿había tantas preguntas por contestar?
¿Qué ocurrió aquella tarde en la jungla que impidió que los niños volviesen a casa?
¿Sería la presencia de algún animal salvaje? ¿O fue la presencia de algún desconocido, que puede resultar a veces tanto o más peligroso que un animal? ¿Salieron corriendo huyendo de la amenaza? ¿Se perdieron? ¿Qué fue del niño? ¿Murió devorado por una fiera? ¿O tal vez murió más tarde como resultado de alguna enfermedad o de las penalidades que hubieron de soportar? ¿Dónde se cobijaba la niña para evitar los peligros? ¿Cuántos serían sus intentos de volver y cuán grande su desencanto tras sus fracasos? ¿Cuánto tiempo duró su llanto y la nostalgia de los suyos? ¿Pasaría hambre y sed? ¿Qué estrategias de supervivencia le procuraría el raciocinio de sus pocos años? ¿Cómo se protegería de las fieras? ¿Contactaría con algún animal? ¿Sería aceptada en el grupo? ¿Cuánto tardó en olvidar todo lo relativo a su vida familiar, sus costumbres, su lenguaje…?
Era fácil pensar en Mowgli, el protagonista del Libro de la Selva.
Hoy, releyendo este suceso, he sentido curiosidad. ¿Qué habrá sido de esta mujer después de estos años?
Así que he buscado información y he encontrado lo que sigue: El 25 de mayo desapareció. Pensaron en la posibilidad de que hubiese escapado a la selva, pero la realidad era otra. Apareció en una letrina de diez metros de profundidad. Un vecino escuchó sus gritos desde el fondo del pozo ciego de su casa, donde la mujer estaba atrapada y cubierta hasta el pecho de excrementos. Se desconoce por qué la mujer cayó en la letrina.
Rochom, así se llama la joven, se encuentra en el hospital de Banlung, capital de la provincia de Ratanakiri, al noreste del país, donde se recupera. "Estaba pálida y asustada, pero ahora ya muestra buen color y, lo más importante, sonríe de nuevo a nuestro equipo que regularmente la visita", dijo Rifá, director del proyecto de Psicólogos Sin Fronteras-ONGD (PSF) que se encarga de la reinserción social de la mujer.  A raíz de esta desaparición, la tercera desde que se reintegró con su familia, la joven ha sido acogida temporalmente en el Centro de Formación de Mujeres Indígenas que el Ministerio de la Mujer y la ONG coordinan en Banlung. "Allí la chica podrá observar, experimentar y copiar", dijo.
comportamientos sociales de sus compañeras, que a buen seguro será un necesario complemento a la estimulación que recibe en la familia y en las sesiones de asistencia
Debe de resultar sumamente difícil conseguir una readaptación total después de vivir tantos años separada de la sociedad.

La aventura de comerse un caqui


He de confesar que para estar segura de que escribía correctamente la palabra caqui he tenido que buscar información sobre ella; porque aunque la he escuchado y la he pronunciado muchas veces, aunque conozco el aspecto de esta fruta, su olor y su sabor, creo que nunca me había visto en la necesidad de escribir su nombre, y tampoco tengo idea de haberla visto escrita antes de ahora ( o quizás lo haya olvidado porque la memoria ya flaquea)
Como siempre, Google (vamos a hacerle un poco de publicidad gratis - aunque la verdad es que no lo necesita) ofrece abundante información sobre el tema.
La denominación de la palabra caqui procede de kaki, el nombre japonés del fruto. El árbol es también conocido como palo santo, persimonio o zapote. ¡Cuánto se puede aprender! También podría enterarme de cuales son sus variedades, de cómo se cultiva: el abonado, el riego, la poda, la recolección, las plagas…
En fin, que no viene al caso. A lo que voy. En mi huerto tengo un palo santo, y casi todos los años produce una buena cosecha aunque no reciba muchos cuidados. Cuando los caquis colorean y han adquirido un tono naranja, hay que tener la precaución de cogerlos. Serían mucho más sabrosos si madurasen en el árbol hasta el final, pero los pájaros son unos ladronzuelos, y si descubren uno bien colorado, pronto lo picotean hasta acabar con el rico manjar. Así que los guardamos extendidos bajo techo para que vayan madurando poco a poco.
¡Me encantan los caquis bien maduros! Pero es algo que hay que disfrutar en solitario, como si de un vicio vergonzoso se tratara. Si alguno de los que leéis estas líneas los habéis comido alguna vez, me entenderéis.
Un amigo mío que tiene un pequeño restaurante en la costa y sirve un estupendo marisco, les dice a sus clientes que si quieren disfrutar de verdad deben quitarse la chaqueta, arremangarse y comerse el marisco con las manos. Lo mismo pasa con el caqui. Si el fruto está bien maduro, lo coges en la mano y entonces se abre más y más, y el zumo del fruto te chorrea por ella. Luego empiezas a mancharte los labios, y la nariz, (a no ser que la tengas muy chata) y la barbilla… Al final la cara se te pone churretosa como la de un niño. En ninguna otra circunstancia de mi vida he tenido tan clara la sensación de haber vuelto a la niñez como cuando estoy comiéndome… ¿Qué digo comiendo? ¡Devorando más bien el delicioso caqui!

viernes, 17 de diciembre de 2010

Retazos*** Mi querido y loco adolescente


Hubiese deseado verte convertido en un niño pequeño y apretujarte entre mis brazos. Poder comerte a besos y llenarte de caricias para borrar de tu memoria la mala experiencia que has sufrido. En cambio, sentada junto a ti sobre la cama, sólo he acertado a poner torpemente mi brazo sobre tus hombros y darte un par de besos, tratando de no herir tu ego adolescente, para demostrarte que me tienes muy cerca y que te quiero. Tú, mientras, me dices que te encuentras deprimido y que has perdido la ilusión del veraneo. Hay que aceptar las cosas como vienen. Y que lo ocurrido te sirva de lección. ¡Que no puedes andar abriendo agujeros en la arena y taparlos después con una hoja de periódico, mismamente como el cazador prepara su trampa en medio del follaje de la selva! Ha pasado… lo que tenía que pasar. Y te ha pillado de sorpresa contemplar cómo la pierna de una señora gruesa, baja y de lengua viperina, desaparecía en su interior. Ha querido pegarte, ha dudado de tu normalidad, y ha increpado a tu tía, a la que ha confundido con tu madre, intentando hacerle sentir vergüenza por haberte traído al mundo. Ella ha intentado buenamente amansar a la fiera que, como caballo desbocado, desfogaba su cólera contando con todo lujo de detalles a los amigos, conocidos y desconocidos, en muchos metros a la redonda, su percance, y amenazando con exigir daños y perjuicios. Tus hermanos, que ya te habían prevenido de las posibles consecuencias de tu excavación, y de los que tú mientras tanto te reías, hubieran querido convertirse en avestruces, para poder esconder sus cabezas bajo la arena y huír así de semejante granizada. Quizás haya sido mejor que ni tu padre ni yo estuviésemos allí en aquel momento. Yo me pongo en el lugar de la mujer que ha estado en un tris de romperse la pierna y puedo comprender su enfado; pero tú eres mi hijo - un poco cabezota a veces, es verdad- y  yo te quiero muchísimo, y no me avergüenzo de ser tu madre, ¡ea!. Al contrario, me siento orgullosa de ti por muchos motivos. ¡Sépalo Vd., señora mía! Y, además … juraría que usted no tiene hijos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Esa otra soledad



Soledad: Carencia de compañía; estado o circunstancia de estar solo...
Así está definida esta palabra en el tomo número 18 de la Enciclopedia Larousse que ocupa una de las estanterías de mi cuarto de estar.
Hay al menos dos clases de soledad. Está la soledad apetecible. Aquella que se busca de forma voluntaria con el fin de encontrar un espacio y un tiempo para la reflexión personal. Una especie de remanso para poder disfrutar de las propias aficiones o para encontrarse a sí mismo. La senda por la que se adentra todo aquel que se afana en descubrir la belleza del jardín interior. Y está la otra, ¡tan terrible! Esa soledad forzosa que arrastran muchos seres humanos, sobre todo en las grandes ciudades.
De cuando en cuando aparecen publicadas en la prensa noticias parecidas a ésta: "Un hombre ha permanecido muerto en su casa durante cuatro años" ¡Qué duro!
Yo me pregunto: ¿Nadie pareció echarlo de menos en todo ese tiempo? ¿Dónde estaba su familia? ¿No tenía ni un solo amigo? ¡Qué triste ha de resultar pasar por la vida sin gozar del amor y la amistad! ¿Puede una persona sobrevivir sin ellos? Es muy posible que ese hombre no muriese de enfermedad, sino de falta de amor.

Retazos*** Toulouse - Zaragoza


Nos conocimos durante el viaje de vuelta de Toulouse a Zaragoza. Acabábamos de llegar a Andorra capital y el conductor del autobús nos dio un descanso de tres cuartos de hora. Eran las diez de una soleada mañana de domingo. Todavía llevábamos los ojos colmados de la belleza de las cumbres nevadas del Pirineo. Apenas se puede resistir tanta belleza mientras por dentro te duele fuerte el corazón. Coincidimos en la mesa de un pequeño bar, junto a la estación de autobuses. Tenía unas hermosas facciones y era de cuerpo bien proporcionado. De repente, empezó a llorar. La miramos un tanto incómodas, sin saber qué hacer, deseando que se tratase tan sólo de un desahogo pasajero. Pero no fue así. Las lágrimas se deslizaban tercas por sus mejillas de ébano. No pude aguantar más. Me senté a su lado y le pregunté si me entendía. Hizo un gesto afirmativo con la cabeza. ¿Podemos ayudarte? ¿Te encuentras mal? ¿Tienes algún problema? Sí. Tenía un problema. Grande al parecer. Tenía veinticinco años y llevaba dos años casada. Había viajado a Toulouse desde Madrid para encontrarse con su marido pero él no le había permitido quedarse. Ya no quería saber nada de ella. Al llegar a la estación, ella había intentado hablarle por teléfono, pero él había cortado la comunicación. ¿Saben? ¡Me ha dejado! – nos dijo mientras seguía llorando sin consuelo. Le ofrecimos agua con unas gotas de valeriana, remedio que utilizamos para evitar los calambres en las piernas durante las largas horas de obligada quietud. Ella lo aceptó y nos sonrió agradecida. Nosotras, que volvíamos destrozadas después de ver a nuestro hermano en estado de coma por culpa de un accidente, tratamos de aliviar su pena. Verás -le dije- el tiempo calma las penas del amor. Además, no sabe bien lo que se pierde ese tonto. ¡Eres preciosa! – añadió mi hermana. ¡Los hombres son así! ¡No merece la pena sufrir por ellos!- terció una de las vecinas de mesas. ¿Sabes? Yo tuve un novio durante tres años, y de repente me dejó. ¡Y aquí estoy!- decía, intentando hacerse la fuerte, mientras el llanto pugnaba por asomarse a sus ojos.
En la siguiente parada de descanso la buscamos con la mirada y la invitamos a tomar algo con nosotras en la barra del bar. Nos comimos unas sabrosas rebanadas de pan de hogaza con tomate y jamón serrano. Bien untado el pan con el tomate, a la manera catalana. Le hablamos del motivo de nuestro viaje. Y después, de mis hijos, aproximadamente de su misma edad, del cariño que nos unía a mi hermana y a mí… De todo lo que se nos ocurría, tratando de evitar el penoso silencio y que al menos durante unos minutos olvidase su pesar. Al llegar a Zaragoza nos despedimos y le deseamos de nuevo buena suerte. Ella nos sonrió y nos besó agradecida. Ha pasado el tiempo. Dondequiera que estés, te deseo de corazón que la vida te haya vuelto a sonreir, Isabelle.

El mundo del dolor


Podría decirse que el día de nuestro nacimiento alguien se encarga de agitar el banderín de salida, y cada uno de nosotros se pone en marcha para hacer el recorrido, largo o corto, del camino de nuestra vida, el que a cada cual nos ha reservado el destino. Y van pasando los años de la infancia, que se nos antojan tan largos. Luego enfilamos el tramo de la juventud donde todo son energía y expectativas, de forma que a punto estamos de comernos el mundo, o al menos eso nos parece. Llegan después los años de la madurez, en los que los días corren deprisa, deprisa… para llevarnos inexorablemente a la vejez - si llegamos, claro - con sus limitaciones y achaques.
Y mientras recorremos este camino, de cuando en cuando vamos topándonos con la enfermedad, ya sea propia o ajena. Y entonces descubres con asombro un mundo nuevo, el mundo del dolor. ¿Quién no se ha topado con él con motivo de la enfermedad de un ser querido o de algún familiar o durante una visita al hospital? La riqueza, el poder, la ambición, la fuerza, el orgullo… todas esas cosas que hacen que el hombre se muestre ante sus semejantes hinchado como un pavo real, se tornan nada cuando llega el momento del dolor. Entonces el ser humano es tan solo un niño indefenso, necesitado sobre todo de afecto y de cuidados.
Hoy he estado en un hospital para visitar a un familiar. Como siempre que voy allí algo se me remueve por dentro y vuelvo a casa en estado de reflexión, rumiando estos pensamientos que he plasmado sobre el papel, y algunos otros que se me han quedado en el tintero. Quiero terminar estas líneas con esta frase, tan verdadera. Sólo el amor que pongamos en nuestra vida hace que ésta merezca la pena vivirse.

martes, 7 de diciembre de 2010

El milagro de la constancia


"Transporta un puñado de tierra todos los días y construirás una montaña"
Es una de las máximas de Confucio. Rastreando por entre las páginas de internet he conocido algunos detalles de su vida y sus ideas. De entre sus máximas, repletas de sabiduría, he escogido ésta que encabeza mi escrito.
Y he reflexionado unos momentos sobre los objetivos que me he marcado a lo largo de mi vida. De los que he conseguido y de aquellos que se quedaron en el camino porque no fui constante en transportar el puñado de tierra necesario, y por lo tanto la montaña no se construyó.
Pero nunca es tarde. Tal vez todavía esté a tiempo para retomar la tarea donde la dejé para seguir construyendo mis sueños.
¡Por Confucio que voy a seguir intentándolo!

Vocabulario para sonreir

Estas palabras tan especiales me hicieron sonreír, así que hoy quiero compartirlas con vosotros.
CAMARÓN: Aparato enorme que saca fotos.
TELÓN: Tela de 50 metros… o más.
BER…MUDAS: Observar a las que no hablan.
ONDE… ANDO: Por dónde voy.
DECI…MAL: Pronunciar equivocadamente.
BE…CERRO: Que ve u observa una loma o colina.
TELE…PA…TÍA: Aparato de televisión para la hermana de mi mamá.
BERRO: Un bastor alemán, por ejemplo.
CHIN... CHILLA: Ausencia de un lugar para sentarse.
DIA... DE... MAS: Veintinueve de febrero.
DILE…MAS: Háblale más.
ME…OLLO: Me escucho.
A…TI… BORRARTE: Hacerte desaparecer.
CACHI…VACHE: Pequeño hoyo en la carretera que está a punto de convertirse en uno grande.
EN…DOS…COPIO: Me preparo para todos los exámenes excepto para dos.
NI...TRATO: Ni lo intento.
NUEVA…MENTE: Cerebro sin usar.
TA…LENTO: No va rápido.
ES... GUINCE: Gatorce más uno.
ES... MALTE: Ni lune ni miélcole.
SOR…PRENDIDA: Monja en llamas.
SOR…PRESA: Monja encarcelada.

Contestaciones increibles


Sé que hay profesores que al corregir los exámenes de sus alumnos se encuentran con respuestas tan asombrosas que deciden guardarlas.
He encontrado en internet una lista de preguntas, y las respuestas son de las que te hacen reír a carcajadas. También pueden hacerte llorar. Porque como muy bien dice el que las ha colgado en internet: "Miedo me da pensar en la España del día de mañana… ¿Y ellos son el futuro?"Estas perlas estaban en un e-mail escrito por un profesor de la E.S.O.
Se trataba de un examen de tipo test. El profesor había añadido entre paréntesis algunos comentarios a las contestaciones de los alumnos. Quizás esos comentarios tan chuscos son los que más me han hecho reír.
Me he limitado a copiar solamente una de estas preguntas relacionada con los sellos.
Pregunta:-Coleccionistas de sellos.Respuesta:-SifilíticosComentario del profesor:( A saber por dónde se meten los sellos los muy depravados, esos y los que coleccionan mariposas… los peores).

¡Qué alucine!

Hace unos meses apareció en los medios de comunicación la noticia de que estaba a punto de inaugurarse en Berlín el restaurante Flimé, un restaurante muy especial. En la campaña de publicidad del mismo podía leerse que se buscaban donantes para poder ofrecer especialidades caníbales a sus clientes, lo que causó la justificada indignación de muchos ciudadanos. Es cierto que pudo tratarse únicamente de un recurso para atraer la atención, pero en todo caso no deja de ser algo sumamente macabro y del peor gusto que uno pueda imaginar.
"Tras una revisión médica puede usted decidir qué parte de su cuerpo está dispuesto a donar" - podía leerse en la publicidad. El donante potencial había de rellenar un formulario en el que se incluían datos personales como la identidad, la edad, las posibles enfermedades crónicas, el consumo de tabaco, drogas o alcohol, el peso, el grupo sanguíneo y, en el caso de ser mujer, hasta si existía un embarazo.
¡Qué alucine!
El propietario de este restaurante tan original, un brasileño llamado Eduardo Amado, anunciaba que iban a ofrecer cocina de la cultura wari, un pueblo caníbal de la selva amazónica, en combinación con recetas clásicas brasileñas.
"Contemplamos la alimentación como un acto espiritual en el que se asume el alma y la fuerza del ser que ingerimos". "Disfrute en Flimé de especialidades de aroma y sabor inolvidables que llegarán a entusiasmarle".
Estas son algunas de las perlas que aparecían en su propaganda. ¡Hasta pensaban correr con los costes hospitalarios de las amputaciones!
Pues nada, pobres del mundo, si estáis en el paro, o vivís en un país del tercer mundo y no tenéis dónde caeros muertos. ¡No hay problema! El señor Eduardo Amado os ofrece una solución. Sólo es cuestión de acercarse al centro sanitario más próximo y decirle al galeno que os atienda: "Doctor, córteme una mano. Total... ¿para qué quiero yo las dos?"

Me pregunto cuántos clientes se habrán convertido ya en caníbales en Berlín.

Relato breve*** El palomar

En la parte alta de la casa de pueblo donde yo vivo hay un viejo desván, grande y destartalado, mitad cuarto trastero, mitad despensa. Se llega a él subiendo unos desportillados escalones de ladrillo rojo. Tiene las paredes renegridas por el polvo acumulado con el paso de los años y las vigas combadas por el peso de mil lluvias. Se pueden encontrar en mi desván las cosas más heterogéneas: frascos de conserva, garrafas de vino, tinajas de miel, baúles viejos por los que asoman tristes muñecas mutiladas, osos de goma descoloridos… preciosos tesoros que mis hijos esconden para salvarlos del terrible cubo de la basura que todo lo devora. Unas largas varas cuelgan del techo. En ellas se curan durante el invierno los ricos embutidos caseros. Hay ajos y cebollas enrastrados y guirnaldas de pimientos rojos como alegres farolillos de feria. En el otoño, extendidas sobre cañizos sobre el suelo, suele haber uvas negras y fragantes manzanas rojas. Huele bien entonces mi desván. Casi se olvida uno de que es tan viejo. Adosada a una de las paredes, una empinada escalera de tablas conduce a un pequeño palomar. ¡Palomas! Palabra que despierta en mí lejanas resonancias. Cuenta mi madre que, unas horas antes de mi nacimiento, corrió tras un pichón que había caído del nido sin saber volar. Logró alcanzarlo, pero poco después, quizás como consecuencia de la carrera y del sofoco, le llegó la hora del parto. Años después, cuántas veces mis ojos de niña contemplaron extasiados en el cielo castellano el vuelo de las palomas yendo a posarse en los arreñales cercanos, el repentino desconcierto provocado por el disparo lejano de un cazador y la rápida vuelta al tibio refugio del palomar. Tener palomas fue durante años uno de mis secretos sueños. Y la primera vez que subí la empinada escalera hasta el desvencijado palomar, supe que aquel sueño, casi tan viejo como yo misma, iba a convertirse en realidad. Con la energía que proporciona aquello que deseas vivamente convencí a mi padre. Él tapó agujeros, encaló las paredes, hizo un comedero de madera y colocó varios nidos. Ya tenía palomar, también tendría palomas. Vencí la resistencia de mi marido ante lo que consideraba tan sólo un capricho extravagante y, al fin, quizás porque lo dejase tranquilo, me regaló una joven pareja de palomas. Las vi crecer, esperé pacientemente la primera puesta y contemplé día tras día aquellos dos pequeños huevos hasta verlos convertidos en dos rebullitos de carne con ojos saltones y picos desmesuradamente abiertos.
Ha pasado el tiempo. Bulle la vida en mi palomar. Me gusta observar a las palomas a través de las rendijas de la puerta. Las veo ahuecar sus plumas y acurrucarse al sol, acariciarse tiernamente con sus picos, posarse en la ventana para mirar a través de la red el cielo azul, tan próximo y tan lejano a un tiempo. Veo a los pichones introducir glotonamente sus picos en la garganta de sus padres para tomar el alimento. Es curioso comprobar ciertas semejanzas entre el comportamiento de las palomas y el de los seres humanos. Las hembras defienden ferozmente a picotazos su hogar y su macho de las coquetas del palomar. Los machos asedian desvergonzadamente a las otras hembras mientras en el nido su pareja calienta amorosamente sus huevos. Mis palomas me huyen porque saben que asalto cobardemente sus nidos y les robo sus crías. Por eso, cuando me ven entrar, levantan el vuelo asustadas formando remolinos de plumas, y me miran inquietas desde un rincón. Solamente algún macho, ignorándome, persigue tenazmente a su pareja, porque su deseo de hembra es superior al temor que siente por mí. Junto a la ventana tiene su nido una paloma sin compañero. Puso los huevos y valerosamente los incubó ella sola durante cerca de tres semanas, abandonando el nido el tiempo imprescindible para comer y beber. Hoy he descubierto en el nido un pichón. En esta tarde calurosa, mientras mi cuerpo se tuesta al sol en la pequeña terraza, y con los ojos fuertemente cerrados imagino rumores de olas y brisas marinas, a través de la ventana abierta oigo piar al pequeño pichón. Lanza el grito al aire con todas sus fuerzas. ¿Qué importa mi origen?- parece decir. ¡La vida es lo que importa! ¡He nacido! ¡Estoy vivo! ¡Quiero vivir!

La esperanza

En estos últimos días están de plena actualidad las últimas declaraciones de Stephen William Hawking, el científico inglés conocido mundialmente por sus teorías sobre el origen del universo, y también por la enfermedad degenerativa que le obliga a vivir desde hace años postrado en una silla de ruedas y supeditado a un ordenador como único medio de comunicación con el mundo exterior. Recientemente ha salido a la venta su último libro, El Gran Diseño, en el que sostiene que la ciencia moderna no deja lugar a la existencia de un Dios creador del Universo, sino que el cosmos se creó de la nada como resultado del Bing Bang.
¡Ya está montado el pollo! Toman ahora nuevo aliento aquellos que se jactan públicamente de su ateísmo y que disfrutan tratando a los creyentes de ignorantes. Somos según ellos unos pobres ilusos. ¡Pueden pensar lo que quieran!
Las declaraciones del sabio profesor no han logrado hacer mella en mi fe. Copio a continuación un pequeño párrafo del libro La alegría de vivir, de Phil Bosmans, que acabo de leer:
"De la misma forma que mi "yo" personal, único, irrepetible, no encuentra ninguna explicación satisfactoria en la física, la química o la biología, yo no encuentro una respuesta sobre Dios, con el método de las ciencias naturales. Tengo entre las manos sólo una cosa: la esperanza. La esperanza que, hasta el último aliento, me da la alegría de vivir".

Del viejo diario*** ¿Hay quién de más?


Papá Noel se ha adelantado este año. Ha llegado a la escuela disfrazado de representante de una editorial. Esta mañana esperaba en el vestíbulo para entregar a los profesores unas tarjetas que podríamos canjear…¡por un auténtico collar de Perlas Majórica! si asistíamos a la presentación de los libros durante el recreo. A temporadas estamos saturados de representantes, hasta el punto de que en muchas ocasiones no acude casi nadie a escucharlos. Pero hoy, sí. Allí estábamos casi todos. Y nuestro Papá Noel ha desplegado ante nuestros ojos sus extraordinarias dotes de persuasión: "Una magnífica Historia Natural compuesta por diez volúmenes, realizada por los mejores autores, con fotografías extraordinarias, todo de la mejor calidad. Una oferta única y especial para el profesorado de toda España por 159.000 pesetas, a pagar en veintitantos meses, por la módica cantidad de seis mil pesetas mensuales. Pero…¡atención! -decía Papá Noel- Obsequiamos a los compradores con este magnífico Atlas, editado especialmente como regalo, con motivo del V. Centenario del descubrimiento, conteniendo los documentos del Archivo de Indias, encuadernado en auténtica piel. ¡Una joya! Imposible conocer su valor; por encima de las sesenta mil pesetas. Y además… un atril de madera noble para colocar en exposición el Atlas. Pero eso no es todo…Regalamos una estantería con 50 -han oído bien- 50 volúmenes de los mejores autores de la literatura universal, encuadernados en piel, con el lomo decorado en oro, con un dibujo distinto en cada ejemplar, que, calculando a 3.000 pesetas cada libro, hacen un total de 150.000 pesetas. ¡Oigan! Y además, una fina estantería de metro y medio de altura para colocar los libros. ¿Qué les parece?"
No sé cómo a estas alturas el pobre no había perecido ya a causa de la asfixia producida por semejante verborrea. Los profes nos mirábamos unos a otros con cara de pasmo. "Pues no es eso todo - continuaba el mago-. Este maletín para que guarden sus facturas y…¡esta hermosa cubertería de setenta y cinco piezas, valorada en el mercado en setenta y cinco mil pesetas!" Y los ojos se nos iban saliendo de las órbitas. "¿Les gusta viajar? ¿Pero viajar como debe ser, no de cualquier manera? Pues para que puedan hacerlo como ustedes se merecen, les regalamos esta estupendísima colección de maletas de piel, compuesta de nueve elementos, valorada en ochenta y cinco mil pesetas. ¿Qué les parece? ¿Habían visto antes una oferta parecida? Y si desean ustedes pagarlo al contado, que no sería en el acto, sino en el plazo de diez meses, recibirían además estos preciosos cuadros esmaltados que pueden ver aquí - por supuesto son de tamaño grande- que valorados en quince mil pesetas, hacen otras noventa mil de obsequio, y además… este juego de doce tazas y platos de porcelana inglesa, especial para coleccionistas." ¡Juro por mis muertos que lo que aquí se dice es la verdad y nada más que la verdad! Al llegar a este punto, creo que a mí me estaba saliendo humo por las orejas. En conclusión - ha dicho Papá Noel- si compran la Historia Natural, pagan 159.000 pesetas y se llevan a casa artículos por valor de …¡600.000 pesetas! No he querido colaborar en la ruina de Papá Noel, así que he recibido mi collar de Perlas Majórica y he salido de aquel antro de seducción. En estos momentos mi cabeza sigue todavía dando vueltas, intentando buscar una explicación razonable para "tan escandaloso despilfarro"
 

lunes, 6 de diciembre de 2010

La fiesta


Debía de tener unos dieciséis años cuando fui con mi hermana a las fiestas del pueblo en el que vivía la hermana de mi padre. Era yo entonces una muchacha de internado, tímida en extremo, ignorante del mundo y de los hombres. Todavía recuerdo con horror mi malestar ante la actitud ofensiva de un jovenzano que intentó propasarse al bailar conmigo; él intentaba apretujarme, mientras se pavoneaba ante sus amigos, y yo empujaba desesperadamente para evitar el contacto. Allí conocimos a Pepe, que se mostró un rendido admirador de mi hermana, y a Félix, un muchacho de mi edad, respetuoso y educado, con los que pudimos pasar unas fiestas agradables. Pepe llevaba unos pantalones vaqueros, muy modernos para la época, con pespuntes en los bajos, que a mi hermana debieron llamarle la atención, porque a partir de entonces, cada vez que salía en nuestra conversación, nos referíamos a él como "El Vainicas" Era camarero de un bar en Zaragoza y eso lo perdió ante los ojos de ella, que tenía un mal concepto de cualquiera que se dedicara a ese oficio; los consideraba poco de fiar, gastadores y mujeriegos. De manera que tan denodados esfuerzos de conquista, todos aquellos sentimientos de rendido amor expresados en aquel abundante fajo de cartas llegadas de África, resultaron inútiles. Pepe no llegó nunca a formar parte de nuestra familia.

¿Dónde estás amor?


¿Dónde estás, amor? ¡No vivo sin ti!
Un atardecer, cuando incendiaba el sol las cimas de los montes
y las inquietas golondrinas se entrecruzaban en el cielo azul,
mientras sonaban en la calle las risas infantiles
y una flor de geranio perfumaba mi ventana,
te vi partir.
Te fuiste por el camino blanco escoltado por árboles frondosos,
el mismo que tantas veces contemplara nuestro amor.
Miré y miré por entre la cortina de mis lágrimas,
 hasta que tu sombra se perdió en un recodo del camino
 sin tan siquiera volver la vista atrás.
¡Sabía que te irías!
Lo adiviné aquella tarde gris en que tus besos no quemaban mis labios,
en que tus brazos, como un nudo, se desataban flojamente por mi talle
 y posabas tus ojos en los míos a la manera de un extraño.
¡No puedo vivir sin ti, amor!
Desde que te marchaste, perdió su brillo el sol,
se ha quebrado la copla del viento en la arboleda, ya no huelen las rosas…
Día tras día me llego al altozano que vigila el camino por dónde te marchaste,
por si te veo regresar,
hasta sentir mis ojos fatigados por el esfuerzo.
Están de nuevo los árboles en flor y la brisa me trae su perfume.
Hoy brilla una pequeña llama de esperanza en mi corazón.
¡Amor mío! Sé que un día volverás.
Serás tan sólo un punto oscuro en la distancia;
después, al acercarte, yo reconoceré tu cuerpo amado
y correré a tu encuentro hasta perderme entre tus brazos.
Como barre el viento del norte las nubes de abril, tu vuelta ahuyentará mi dolor.
¡Ay, amor!
¡Sé que volverás! ¡Sé que volverás!

Retazos*** La tormenta


 
El cielo se pone muy oscuro, hasta que no queda ni un solo pedazo azul. Las nubes se amontonan y se aprietan como las ovejas entrando por la puerta del corral. Se levanta un viento muy fuerte. ¡Zis zas! De repente el suelo y las paredes de las casas se vuelven amarillos por la luz del relámpago. Me asusto y me tapo los oídos para no escuchar el trueno. ¡Otro relámpago, otro trueno! ¡Y otro! ¡Y otro más! Cada vez más fuertes. Empiezan a caer unas gotas muy gordas que golpean el suelo, las piedras, los tejados, y hacen: ¡tas, tas, tas! Huele bien a tierra mojada.
-¡Andreaaa! ¡Andreaaa!
Es madre que me llama. No corro mucho. Cuando hay tormenta no es bueno correr porque puede acudirte un rayo y te mata. Madre ya ha recogido las gallinas. El Daniel sube corriendo de la plaza. La María está dentro del portal, muy asustada. ¡Brooom! ¡Brooom! ¡Brooom!, hacen los truenos. Madre cierra la puerta y quita los plomos del contador de la luz. También la ventana está cerrada, así que, tropezando en la oscuridad entramos en la alcoba. Nos metemos todos juntos en la cama, muy apretados, y escondemos la cabeza bajo las sábanas.
- Madre, ¿dónde se meterá padre?- pregunto.
- No lo sé, hija. Donde pueda. ¡Vamos a rezar!
- Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y agua bendita, y en el árbol de la cruz, páter nóster, amén Jesús.
Y rezamos el padrenuestro y el gloria.
- San Bartolomé madrugo antes que el gallo cantara, se encontró con Jesucristo. ¿Dónde vas Bartolomé?
¡Brooom! ¡Brooom! ¡Brooom! - hacen los truenos.
- ¡Madre, tengo miedo!- dice la María que es la más miedica.
Parece que el tejado se está viniendo abajo con la lluvia y los truenos.
- … a recibir un don que no lo recibe ningún varón. En la casa que recen tres veces esto no caerá rayo ni centella ni morirá mujer de parto, ni niño de espanto. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo   -reza madre.
Hay que rezarlo tres veces para que no nos pase nada. ¡Que nos dé tiempo! ¡Que nos dé tiempo! Siento mucho calor. Estoy sudando bajo las sábanas.
- … se en…con…tró con Jeee…suuu criiis…tooo.
Y ya no me entero de nada más.
- ¡Vamos niños, despertad! ¡Arriba! ¡Ya ha pasado la tormenta!
Salimos de la cama empapados de sudor. Madre abre la puerta de la calle. El agua ha lavado la cara a los tejados, y las tejas están rojas como el pimentón. Un reguero de agua turbia corre calle abajo y en algunos hoyos hay burbujas de espuma blanca. Jugamos a hacer navegar barcos de papel y hacemos balsas, poniendo muros de tierra para contener el agua. Las hierbas tienen un verde distinto, más limpio. A lo lejos, en el cielo, luce el arcoiris: rojo, anaranjado, amarillo… Me gustaría ir corriendo hasta allí y poder tocarlo. ¡Es tan bonito…! Brilla el último relámpago y se escucha a lo lejos el retumbar del trueno.

Los sellos


No puedo precisar cuando comenzó mi afición por ellos. Quizás surgiera en mis años de internado cuando las religiosas nos animaban a recogerlos para las misiones. No, no es que mandásemos los sellos, que mira para qué iban a quererlos los misioneros, ellos lo que necesitaban eran medios para combatir la miseria y la enfermedad; pero suponíamos que el dinero que se sacase de su venta sería destinado para ello. Recuerdo haber recorrido con otras compañeras numerosas oficinas de Valladolid pidiendo sellos usados. Después los remojábamos en el pequeño lavabo de nuestra habitación para desprender el pedazo de papel sobre el que iban pegados. Y, una vez secos, los entregábamos para tan meritorio fin. También mis hermanos compartían conmigo esta afición. Todavía recuerdo el considerable número de sellos conseguidos gracias a las cartas recibidas por mi hermana, enviadas por un admirador que cumplía el servicio militar en el antiguo Sahara español. Han transcurrido muchos años desde entonces y sigo guardando amorosamente cada sello que llega a mis manos, incluso me duele si veo alguno hecho añicos, o sucio y pisoteado sobre el suelo. Me resulta interesante el mundo de los sellos, disfruto contemplándolos, aprendo con ellos cosas que ignoraba. Algunas noches me quedo un largo rato ensimismada con ellos, tanto, que de repente recibo un gran susto al percatarme de lo avanzado de la hora.

La montaña


¿Qué tiene la montaña, que ejerce sobre los hombres tan extraña fascinación? Son capaces de sufrir hasta el límite de su resistencia, con el peligro de dejarse la vida en el intento, a cambio de poner el pie sobre las altas cumbres, jamás holladas por otro ser humano. ¡Es cierto! La montaña llama, aunque no todos sean capaces de escucharla. Yo he sucumbido muchas veces a su hechizo, aunque sea a niveles más humildes. El Costanazo, la Tonda, el Picurezo, las Peñas de Herrera, el Moncayo, me han hecho disfrutar de esa sensación única que no sabría explicar.
¡El Moncayo! Ya desde niña, asomada a la atalaya del castillo, me gustaba contemplar a lo lejos su silueta familiar. Después, con el paso de los años, la vida, por sus particulares derroteros, me condujo a otro lugar desde donde puedo seguir contemplándolo, ahora más de cerca. Durante años, todos los veranos nos acercábamos a él para gozar de sus hermosos bosques, de sus frescas y claras aguas, de sus incontables olores y colores, y para recorrer, trabajosamente pero con un gran gozo, el estrecho camino que conduce hasta su cima. En dos ocasiones, pasada ya la zona boscosa, en una empinada cascajera, me acometió el llamado mal de altura. Empecé a sentirme mal, me martilleaban las sienes y la visión se tornaba borrosa. No quise ser un lastre para mi gente y me empeñé en quedarme allí, esperando su bajada. Durante aquella hora y media, empecé por lamentar mi mala suerte, para pasar después a gozar escuchando los sonidos de la montaña, mirar el cielo, tan azul, tumbada boca arriba sobre unas rocas, e incluso me sentí inspirada para componer un pequeño poema. En la segunda ocasión, tuve la precaución de tumbarme boca arriba sobre la senda y esperé unos minutos con los ojos cerrados hasta que mi organismo volvió a la normalidad. Mis hombres esgrimieron todos los argumentos que da el cariño para hacerme continuar. ¡Casi me subieron en volandas! Y una vez más pude gustar las mieles de las alturas. ¡Tal vez aquella fuera la última!

Una palabra bondadosa puede edificar un castillo



Uno de los personajes de Cielos de barro de Dulce Chacón, contaba que cuando el campanero del pueblo tocaba la campana para marcar la hora, él y su mujer tenían la costumbre de escuchar las campanadas, y luego le hacían al campanero algún comentario sobre cómo éste había llevado a cabo su labor "porque hacer algo sin que nadie te lo tenga en cuenta- añadía- es muy desagradecido" Y así es. ¿A quién no le gusta que valoren su trabajo? Yo me esponjo cuando mis hijos me dicen lo buena que les ha sabido la paella, o las croquetas, por poner un ejemplo. Pero no siempre sabemos reconocer el trabajo de los demás, ni acostumbramos a decirles que nos gusta lo que han hecho. Casi siempre resultamos muy tacaños a la hora del elogio y no caemos en la cuenta de que, tal como leí en el libro de otro autor, "cada palabra bondadosa, hablada desde el corazón, puede edificar un castillo."

Ponerse en el lugar del otro


Creo que todos estamos de acuerdo, porque lo hemos experimentado en nuestra vida diaria, en que la convivencia es difícil. Cada uno de nosotros tiene distinto carácter, ha crecido en una familia distinta, ha recibido distinta educación… Nuestros gustos son diferentes en lo que se refiere a la comida, el vestir, el arte, las ideas políticas, las creencias religiosas… Todo ello hace que cada individuo se convierta en un ser "único". Y eso está bien, nada sería más aburrido que tener que vivir entre cientos de clones. Pero, para que todo funcione medianamente en este mundo habitado por millones de individuos "únicos", es esencial que no nos falte nunca el sentido común y el respeto hacia el otro; aunque ese otro piense distinto que yo.
Y ahí es donde fallamos. A menudo se nos olvida que nuestros derechos terminan justamente en el punto exacto en el que empiezan los derechos de los demás.
Creemos que en nombre de nuestra absoluta libertad podemos hacer o decirlo todo, aunque con nuestra actuación ofendamos los sentimientos o las creencias de los que no piensan como nosotros. ¡Y no es así! El mundo sería mucho más habitable si cada uno de nosotros fuese respetuoso con los demás.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Confidencias de una maestra


Las ventanas de mi clase dan al patio del primer ciclo. Si me quedo en la clase durante el recreo veo un
hervidero multicolor de gente menuda en continuo movimiento. Hay sin embargo un grupo de cuatro o cinco chicas de raza gitana de distintas edades apoyadas, y casi inmóviles, junto a la pared. Daría algo por conocer sus pensamientos mientras contemplan a todos los demás corriendo y gritando. Y me pregunto, ¿quién tiene la culpa de esta marginación? ¿Los demás? ¿Acaso ellas? ¿Las dos partes? No sé cuándo comenzará, tal vez en el primer año de infantil, cuando un niño las llama gitanas por primera vez y empieza a despertarse en ellas la conciencia de que hay algo que las diferencia de los demás. Mi gitana, menuda, morena, con sus ojillos como moras y su trenza repeinada, no solo no acostumbra a jugar en el recreo, tampoco habla en clase. Permanece muda y quieta, y sólo sus ojos muy abiertos, que lo miran todo desde su asiento, me dicen que está viva. Me esfuerzo por animarla a hablar. Sólo he conseguido que me conteste alguna vez en un tono de voz apenas audible, pero prefiere contestarme sí o no moviendo la cabeza. Después de todas estas reflexiones he vuelto a mirar. Las gitanas, primas, hermanas y tías, se han juntado, han cruzado el patio y se han colocado cerca del campo de los jugadores de fútbol. Al poco, las mayores se han ido y las demás se han puesto a batir las palmas, izquierda con izquierda, derecha con derecha…¡Y mi pequeña "muda", sin notar que yo la observo, salta, canta y palmotea! Su trenza, sujeta con un lacito rosa, se mueve arriba y abajo al compás de sus saltos.

El hombre y la Naturaleza

¡Eh aquí al hombre! ¡Contemplémoslo! Puede viajar hasta el espacio, ascender a las más altas montañas, descender a las profundidades del mar, internarse en lo más intrincado de las selvas… Ha inventado máquinas poderosas que le permiten convertir la Tierra en algo pequeño y familiar al alcance de su mano. ¿Lo ves? ¡Tan satisfecho de sí mismo, hasta creerse el dueño del universo! Pero, ahí esta la Naturaleza, con sus terribles fuerzas: el agua, el fuego, el viento… enseñándole sus terribles garras de improviso y poniéndolo en su lugar. Cuando esto sucede, el hombre, tan poderoso, se convierte en poco más que un niño indefenso.

El oso


Acaban de mandarme un archivo precioso. Es un vídeo de un fragmento de la película El oso en el que puede verse a un osezno haciendo frente a un puma que intenta devorarlo. El cachorro aúlla furioso para espantar al felino. Éste retrocede, y resulta tierno y emocionante ver cómo detrás del joven animal aparece el oso adulto, que es en realidad el que ahuyenta al depredador.
Ya había visto la película. Me encantó. Con unos paisajes preciosos, de esos que te hacen amar más y más la naturaleza. Los protagonistas, un osezno que pierde a su madre en un desprendimiento de rocas y un macho adulto, que tras su rechazo inicial acaba por acogerlo como a un hijo. ¡Que cachorro tan tierno! ¡Qué poderío y qué ferocidad los del tremendo animal a la hora de defenderse de las balas de los cazadores y de la persecución de una jauría de perros!
En un momento dado, uno de los cazadores, el más acérrimo perseguidor de todos ellos, se encuentra de improviso a merced del animal. Recuerdo que no pude por menos que contener la respiración, como si tuviera de verdad al hombre y al oso en la misma esquina de mi cuarto de estar. Y cuando aquél se ve ya perdido, éste, sabe Dios por qué, da media vuelta perdonándole la vida. Entonces respiré con alivio Y aplaudí en mi interior la decisión del cazador de renunciar a su caza cuando la fiera se alejaba estando todavía a tiro, como en un claro signo de acción de gracias.
Las últimas imágenes de la película mostraban a ambos osos entrando en la cueva para comenzar la hibernación y una hermosa panorámica de las inmensas montañas cubiertas por la nieve.
¡Francamente estupenda!

El ansia de perdurar



Alguna vez he escuchado frases parecidas a ésta: "En lo más profundo del ser humano se esconde su ansia de perdurar más allá de la muerte" ¿Quién lo dijo? ¿Tal vez Unamuno? Sea quién fuese, yo coincido con él en dicha opinión. No es difícil comprobar cómo el hombre, a lo largo de la historia, ha buscado por distintos caminos, bien sea a través de sus creencias, o mediante sus logros en los distintos campos del arte, de la investigación, etc, el modo de seguir vivo. El pintor, el escritor, o el científico de renombre saben que sus vidas no quedarán en el olvido, puede decirse que seguirán entre nosotros a través de sus obras. Algunos de ellos ya se han encargado de que esto sea así de una forma directa, como en el caso de los pintores que plasmaron en el lienzo su propio retrato. Según se cuenta, el Maestro Mateo, el autor del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela esculpió su propia figura en la piedra cuando realizó esa maravilla del románico.
¿Pero qué pasa con la mayoría de nosotros, los seres humanos que no hemos sido dotados con ningún don especial que nos ayude a saciar esa sed de perdurar? ¡Pues cada uno se las arregla como puede…!
Por eso en Herrera de Pisuerga, un pueblo de unos 2.500 habitantes situado en la provincia de Palencia, hace unos meses se armó un buen zafarrancho porque los representantes del partido socialista del pueblo denunciaron públicamente que, aprovechando la restauración de la ermita de Nuestra Señora de la Piedad de dicho pueblo, el alcalde, perteneciente al partido popular, les había metido un gol desde la posición de fuera de juego. Lo acusaban de haber sustituido el lienzo de 1902 que colgaba en una de las paredes de la ermita por un nuevo cuadro, titulado La adoración, en el que, según declaraba Teodoro de la Fuente portavoz del PSOE, aparece un San José cuya cara es la "del padre del alcalde", además de unos Reyes Magos en los que se verían reflejados el hermano del regidor y el propio alcalde, que guarda similitudes con el rey Baltasar. Y lo que sería más grave, que había sido costeado con fondos públicos, gracias a una subvención de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León.
El alcalde, Javier San Millán, negó en un primer momento que tenga algo que ver con la pintura, y menos que su familia hubiese posado para el pintor. Pero Guzmán Capel, el autor de la obra, confirmó que se había inspirado en los familiares del regidor para realizar el polémico cuadro, porque los conocía personalmente.
El señor alcalde negaba una y otra vez que mandara hacer el cuadro con retratos de sus familiares, aunque sí reconocía el parecido entre el San José que aparece en el cuadro y su padre y lo achacaba "a la técnica realista de Capel, que emplea en sus lienzos modelos de la vida real".
¿Será esa ansia de perdurar la causa de que el alcalde de Herrera de Pisuerga haya hecho lo que ha hecho, si es que lo ha hecho?

A perro flaco todo son pulgas

Eso le oí decir en ocasiones a mi madre al referirse a personas a las que por no se sabe que secretos designios les acudían una desgracia tras otra. Hoy, al rememorar este refrán, estoy pensando en las gentes de Haití, el pequeño Estado que ocupa la parte occidental de la antigua isla llamada La Española, en la América Central.
No le bastaba con ostentar el triple récord de tener el nivel de renta per cápita más bajo de todo el continente americano –hasta un 70% de sus habitantes viven por debajo del nivel de pobreza -, ni con tener una gran parte de su suelo completamente erosionado como consecuencia de una brutal deforestación, hasta el punto de contar apenas con una mínima parte de tierra cultivable, todo ello agravado por una tremenda escasez de agua potable; ni que un 80% de los haitianos con niveles educativos elevados hayan emigrado fuera del país en busca de otras alternativas, causando una importante fuga de cerebros; ni que alrededor de un millón de personas hayan abandonado haití ilegalmente a través de la frontera con la República Dominicana, que ocupa la parte oriental de la isla…
Por lo visto no es suficiente. En este último año la Naturaleza ha golpeado a este pequeño Estado con un devastador terremoto de 7 grados de la escala Richter, que causó una terrible tragedia con miles de muertos y heridos, miles de personas sin hogar… Meses después, a principios de Noviembre, el país fue castigado de nuevo con un huracán, seguido de graves inundaciones. Y a continuación llegó una epidemia que se ha llevado ya más de mil quinientas personas.
Sirvan estas líneas para mostrar mi solidaridad para con todos aquellos que han sufrido en sus carnes estos desastres, de una manera especial con los más débiles.
   

viernes, 3 de diciembre de 2010

Recuerdos de infancia



Estoy en la era del tio Elías, la que está debajo del castillo, cerca del arreñal donde se crían las endrinas y salen las setas con las primeras lluvias del otoño. Estoy trillando con el Feliciano y la Margarita, los hijos de la tia Obdulia. Yo les ayudo en el verano. Voy al campo con ellos. Arrastro con esfuerzo los fajos de mies para amontonarlos en fascales y llevo la yegua del ramal cuando acarreamos al pueblo. También corto las cuerdas de los fajos para extender las espigas en la era. Y trillo. Me mantengo en equilibrio sobre el trillo, dando vueltas y más vueltas sobre la parva. Con las piernas separadas para no perder el equilibrio sujeto el ramal de los caballos y llevo una tralla para golpearlos en los lomos cuando no quieren ir por el camino justo, o si se paran a comer. Me gusta cantar mientras estoy trillando. Canto las canciones que aprendemos en la escuela, o las que canta madre. Veo en el altozano del castillo una mujer vestida de luto. Es la Agustina. La Agustina siempre está triste. Un día la vi llorar mientras hablaba con madre junto al hogar. Madre dice que la Agustina está triste porque una mujer mala le robó el marido. Yo he oído decir que la mujer mala que le robó el marido a la Agustina era su propia hermana. La Agustina los dejó en Madrid y se vino al pueblo. Después, cuando se murió el marido de la Agustina, ella se puso de luto. Una vez, a mis hermanos y a mí, la Agustina nos regaló unos cacahuetes muy grandes, muy grandes. Al ver a la Agustina en el castillo, yo me acuerdo de una canción que canta a veces madre y me pongo a cantar:
- … habia una señoriiita, hijaa de Antonio Moreno que see llama Agustiniiitaa. Padree que malita estooyy, padre me voy a moriiir, andee, dígale a Redondo que see venga a despediiir. Y suu padre le conteesta, con paalabras que son éeestas, aunque te mueras mañana, Redoondo en casa no eeentra…
¡Qué hombre tan malo! -pienso. Mi voz sube clara desde la era hasta el castillo. La Agustina escuchará mi canción. El Feliciano me oye cantar y se ríe, con esa risa que tiene tan torcida, y me dice: ¡Anda, canta, canta otra vez la canción! Al mirarlo, sé que estoy haciendo algo malo, me da vergüenza y callo. Se oye el pitido y el lejano traqueteo del tren. La Agustina baja del castillo. ¿Habrá subido para ver el tren? El tren se lleva y trae muchas cosas. ¡Ojalá el tren se lleve hoy las penas de la Agustina!

Karima




Ha llegado a la clase una  alumna nueva. Es hija de una de las familias marroquíes que se han instalado en el pueblo y que se dedican a la venta ambulante. Se llama Karima y apenas entiende unas pocas palabras de español. Al cogerla de la mano a la maestra le ha parecido tocar un pedazo de hielo; así de fría la tenía de puro asustado el angelito. Un primo más mayor que vive aquí desde hace tiempo y puede hablar  con cierta facilidad, ha servido de intérprete.
-Me llamo Victoria -dice la maestra- ¿Cómo te llamas tú?
-Yo Karima.
-Verás, Karima, qué bien vas a estar en la escuela. Tendrás muchos amigos, jugarás con ellos en el recreo, pintarás, aprenderás a leer y escribir…
Ella lo mira todo con sus ojazos negros muy abiertos.
-¿Me pegarán?- pregunta.
-¡No! ¡Claro que no!.
El primo se marcha a su clase, y allí se quedan Karima, la maestra, y todos los demás niños que la miran con curiosidad. La seño va presentándoselos uno tras otro. Ella repite sus nombres. Después se sienta en un pupitre libre junto a otros cuatro alumnos. La maestra da a la niña un folio con un dibujo para colorear y sus compañeros se apresuran a acercarle las pinturas.
-Azul- dice la seño.
-Azul- repite
-Rojo.
-Rojo.
Al poco rato Karima se levanta, se acerca a la mesa de la maestra y le suelta una parrafadita. Ésta la mira y gesticula para decirle que no la entiende. Entonces ella la coge de la mano y la lleva hasta su mesa para que le solucione su problema. De cuando en cuando dice: ¡Casa! casa!(como ETE). Esa palabra, acompañada de un párrafo ininteligible en tono interrogativo, no resulta difícil de comprender. Y cuando los niños se colocan en la fila para salir al recreo, al ver la chocolatina de Ana, Karima dice: ¿chocolate?
Ana da un pedacito de su chocolate a Karima y así comienza una nueva amistad. Tiene pinta de ser despierta y seguramente no tardará mucho en aprender a hablar el nuevo idioma, aunque la adaptación será difícil. Por un lado está su entorno familiar, intentando conservar sus costumbres, y por otro, el contacto con esta nueva realidad, tan distinta, que influirá sobre ella sin remedio e irá convirtiéndola poco a poco en una persona a caballo entre dos culturas.

La sociedad virtual


No conozco demasiado de la obra del escritor argentino Ernesto Sabato. Leí hace años El Túnel y, no hace tanto, La resistencia, porque en algún sitio, ya no recuerdo dónde, leí una crítica favorable sobre el mismo. No es un libro de entretenimiento, por el contrario se trata de un libro que hace pensar. Se compone de un conjunto de cartas en las que el autor hace un certero análisis de la realidad de nuestro mundo. Me he permitido tomar prestadas algunas de sus frases. "La sociedad virtual en que vivimos nos aleja del corazón de las cosas, nos hace olvidar el latido de la vida." "Trágicamente, el hombre está perdiendo el diálogo con los demás y el reconocimiento del mundo que le rodea, siendo que es allí donde se dan el encuentro, la posibilidad del amor…Las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica de la televisión… El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, atonta la mente, perjudica el alma…Al ser humano se le están cerrando los sentidos. No vemos lo que no tiene la iluminación hipnótica de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen…" Estas palabras me han servido como tema de reflexión y también como un revulsivo. ¡Es cierto! ¡Lástima de tantas horas consumidas inútilmente, con nuestros cuerpos apoltronados en el sofá, dominados por la abulia y la modorra, tragándonos todos esos programas indigeribles con que las distintas cadenas televisivas nos obsequian! ¿Y qué futuro les espera a nuestros niños, con sus almas tan permeables, expuestos durante horas y horas a tanta violencia y zafiedad? Podríamos hacer tantas cosas durante ese tiempo tan valioso… ¡Tantas cosas hermosas que contemplar, tantas que descubrir, tantas personas a las que escuchar o demostrarles nuestra cercanía y nuestra amistad! También el ordenador puede someternos a parecidas servidumbres. Ese mundo casi inabarcable que nos ofrece internet puede esclavizarnos con su seducción. Una amiga lo expresaba magníficamente en su blog: Aquel niño que para conseguir la atención de su madre encuentra como única solución conversar con ella a través del chat. ¡No nos equivoquemos! Siempre dispondremos del ordenador, pero aquellos momentos que hayamos hurtado a los nuestros, aquellos besos que no hayamos dado, aquellas palabras cariñosas o aquel consuelo que les hayamos negado, mientras el ordenador nos cautivaba, no podremos recuperarlos jamás.

Todos necesitamos de los demás



En las tardes del domingo, cuando han llegado ya los primeros fríos invernales y da pereza abandonar el tibio el hogar, es un placer sentarse con una revista o con un libro entre las manos. Y siempre se aprende. Siempre encuentras alguna cosa que despierta tu interés, algo capaz de emocionarte o de causarte asombro. Hoy traigo a mi página el resumen de un artículo de Paulo Coelho sobre la importancia que tienen los demás, aunque no siempre caigamos en la cuenta de ello. Narra una especie de fábula sobre un pequeño ratón que corre peligro de ser atrapado en la ratonera que ha colocado el dueño de la hacienda. Al descubrirla, el ratón corre rápidamente a alertar a los demás animales: ¡Cuidado con la ratonera! ¡Cuidado con la ratonera! Pero los otros, la gallina, el cerdo y la vaca, no sienten ninguna preocupación, ya que ellos no se ven amenazados. Al no conseguir ninguna solidaridad, el ratón se esconde en su agujero y pasa la noche en vela, lleno de miedo. En la madrugada, se oye un barullo. ¡La ratonera había atrapado algo! La dueña de la hacienda, ha bajado para ver si el ratón había caído en la trampa y, como estaba oscuro, tropieza con la ratonera. En la ratonera había caído una serpiente venenosa que muerde a la mujer y tienen que llevarla al hospital. Cuando la enferma vuelve a casa convaleciente, el marido mata a la gallina para hacerle un buen caldo. Cuando los vecinos acuden a visitar y a felicitar a la mujer por haberse salvado, el hacendado mata el cerdo para ofrecer a todos sus amigos una comida de fiesta. Y cuando la mujer termina de recuperarse, el hacendado mata la vaca para pagar los costes del tratamiento. Mientras, el ratón no deja de pensar: ¿No habría sido mejor si la gallina, el cerdo y la vaca hubiesen comprendido que el problema de uno de nosotros nos pone a todos en peligro?
¡Buena moraleja! Necesitamos de los demás, y ellos a su vez nos necesitan. ¡Ojalá nunca lo olvidemos!

Sobre el maltrato femenino


Se llama Mónica y es rumana. Como otros muchos miles de compatriotas ella y su marido vinieron a España hace unos años con la ilusión de forjarse una vida mejor. Los comienzos fueron duros. Distinto idioma, distintas costumbres, trabajos mal remunerados, dificultad para encontrar una vivienda digna y, sobre todo, el dolor de haber tenido que dejar en su país a su hijo, al cuidado de los abuelos. Algún tiempo más tarde les nació otro hijo. Poco a poco las cosas fueron mejorando y al fin consiguieron la reagrupación, familiar y un buen grado de integración en el pueblo.
Hace ya tiempo, leyendo las noticias de su país a través de la página web de un periódico rumano, se topó con la noticia de que sus padres y una hermana habían resultado heridos por arma de fuego. Su hermana había iniciado los trámites para su separación, y el marido, un antiguo militar, amparándose en la fuerza que conceden las pistolas, quería evitarlo. Casi convirtió a su exmujer en un colador y no tuvo ningún reparo en disparar contra los que se pusieron por el medio para evitarlo.
Hasta aquí lo ocurrido en este caso concreto. Pero esto no sólo ocurre en Rumania. También en España el maltrato a la mujer se ha convertido en un problema grave. Raro es el día en el que no nos llegan noticias de mujeres agredidas, con resultados de importantes lesiones, e incluso de muerte. ¿Qué explicación puede darse a este fenómeno?
Son demasiados los hombres que confunden el amor con el derecho de propiedad y el sometimiento. Y eso, poco tiene que ver con el verdadero amor. ¡Ojalá que el amor durase para siempre! Pero muchas veces no es así. Si llega el momento en que el amor se acaba, el hombre no puede utilizar la fuerza para retener a su pareja.
Quizás este fenómeno sea en el fondo un problema de educación que arrastramos desde hace muchos años. Deberíamos preocuparnos seriamente de que los niños, desde bien pequeños, aprendieran que hombres y mujeres somos iguales y que el amor es un don que se da y se recibe desde la libertad y el respeto hacia el otro. ¡Jamás desde la imposición y la violencia! Expresiones como: "Tú harás lo que yo te diga" "Haré contigo lo que quiera" "Serás mía o de nadie" y otras parecidas, deberían desaparecer para siempre de la faz de la Tierra.
 

jueves, 2 de diciembre de 2010

"Nueve putos meses"



No me gusta utilizar en mi lenguaje palabras groseras o soeces. En realidad me produce grima el solo hecho de escucharlas en boca ajena. Las personas que las usan deben de pensar que así resultan más contundentes, o tal vez que al usarlas demuestran ser más modernas o más progres…
Si en esta ocasión he hecho uso de una de ellas es porque quiero reproducir de forma literal este párrafo:
"Nueve putos meses para que mi vida, tal y como la conozco, se vaya a la mierda".Está tomado de un corto que bajo el nombre de "Nueve" ha sido producido por Eduardo Gorostiza Barrera. Dicho corto fue distinguido como segundo premio a los materiales curriculares en el año 2007 y fue realizado por el colectivo canario Harimaguada, que recibió 15.000 euros por el galardón. Está recomendado por el Ministerio en la asignatura de Educación Ético Cívica, para la educación sexual de los adolescentes de 4º de ESO.
El siguiente pensamiento de esta chica que representa a una joven embarazada de 17 años es para su fututo bebé: "Tú no te mereces crecer junto a alguien que aún no ha terminado de hacerlo". Mientras se fuma un cigarillo, se lamenta "de que tendrá que dejar de fumar, salir de fiesta y olvidarse de sus estudios y de su futuro. No dejo de reconocer que el hecho de que un muchacha de 17 años tenga que enfrentarse con la maternidad a una edad tan temprana es algo verdaderamente serio. Del mismo modo estoy de acuerdo en que dentro de esta sociedad en la que nos ha tocado vivir, cuando la edad del inicio de las relaciones sexuales se ha adelantado respecto a lo que era común no hace todavía demasiados años, los adolescentes necesitan una buena educación sexual. Pero…
Sí. Hay un pero muy importante. Aunque en este caso no haya una declaración explícita a favor del aborto, se escuchan demasiadas voces a nuestro alrededor que, en nombre de la libertad de la mujer, de su derecho a gozar y a disponer de su cuerpo, encarrilan a los jóvenes hacia el camino más fácil, el de deshacerse del problema. Y a cualquiera que no comulga con estas ideas tan modernas, se le pone el sambenito de carca y ya está.
"Nueve putos meses" Son los que cada uno de estos "maestros de la modernidad" permanecieron protegidos en el vientre materno. Sin esos "nueve putos meses", ni el realizador de este corto, ni la joven protagonista del mismo, tendrían ocasión hoy de hablar de esto, ni de ninguna otra cosa.
Mi agradecimiento más profundo para mi madre que me llevó en su vientre con amor durante nueve meses y me trajo a la vida, a pesar de todas las dificultades que le tocó vivir.
Tres hijos vivos y otro más que murió a las pocas horas de nacer hacen que me sienta orgullosa y feliz de mi propia maternidad.

La visita de Pou



Pou es un enorme gato blanco de raza persa que vive con sus dueños en una casa situada en un pequeño callejón con encanto de nuestro pueblo. De vez en cuando paso por allí y suelo detenerme para gozar del verde de las enredaderas que reptan como serpientes por sus viejas paredes, del colorido de las hermosas flores que lucen sus macetas, del rústico banco construido con madera de árbol sin pulir. Pou, suele contemplarnos indolente reposando sobre un alegre cojín en una vieja silla de anea, mientras su dueña y yo charlamos de esto o de aquello, en esta vida plácida en la que las horas y el estrés cuentan muy poco.
Como mis conocimientos de francés son prácticamente nulos, hasta hoy no he sabido que Pou significa Piojo en el idioma del país vecino. Me lo ha dicho Rosa, respondiendo a mi pregunta cuando ha venido a recogerlo.
Estaba yo haciendo mis ejercicios de yoga en el cuarto de estar cuando, casi de reojo, he visto un bulto blanco en movimiento a mis espaldas. Y cual no ha sido mi sorpresa al encontrarme al gato que visitaba tranquilamente una tras otra todas las habitaciones que ha encontrado a su paso. No recordaba su nombre, así que he echado mano del habitual "misi, misi", intentando atraerlo hacia la puerta de la calle, porque, aunque en apariencia es un animal manso, no me atrevía a ponerle las manos encima para sacarlo.
Me gustan los animales pero no quiero compartir la casa con ellos. Por algo mi fiel Yako, al que quiero mucho, tiene su residencia en la cochera.
¿Se hará pipí? - pensaba, viendo sus idas y venidas, tan tranquilo, como si él fuera el único dueño y señor.
Así que no me ha quedado otro remedio que llegarme al callejón, buscando auxilio para desalojar al intruso. No sin antes haber inmortalizado el momento con mi inseparable cámara.