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martes, 11 de enero de 2011

El tio Noviercas


-¡Que aproveche a todos!
- ¡Gracias!
- Padre, otra vez llega tarde. ¿No va a ver forma de que llegue a comer a tiempo?
- Vosotros tranquilos. Ya os tengo dicho que si no llego a tiempo que comáis. Es que…se me ha parado el reloj.
- ¡Claro! ¡Otra vez tiene la culpa el reloj!
- Niño, córrete un poco, déjale sitio al abuelo.
- No me eches tantas judías, hija. Me gustan, pero me cuesta mucho hacer la digestión.
- Lola, ¿sabes quién se casa hoy?
- ¿Quién?
- Begoña, aquella que trabajaba conmigo en el taller.
- ¿Aquella que estaba casi siempre mala?
- Sí. Dicen que ha tenido mucha suerte, que el novio es una bellísima persona. Bueno, pues el golpe ha sido que después de tantos años trabajando juntas no ha invitado a ninguna compañera de trabajo.
- ¡No me digas!
- Me lo ha contado Rosa. Dice que en el taller se comentaba que como había ascendido de categoría sólo ha invitado a gente de copete.
- ¡Vamos, que no quería a ningún pelagatos! Pues debían haberse presentado en la comida y nada más, como ella. ¿No era esa la que se colaba con una amiga en las bodas sin estar invitadas?
–Sí. Dicen que es verdad.
- ¿Sabéis lo que le pasó al tio Noviercas?
- ¿Qué le pasó, abuelo?
- Pues veréis. Hace muchos años se casaron unos novios en Borobia, un pueblo que está cerca del mío, y un hombre al que le decían el tio Noviercas porque era de un pueblo cercano que se llamaba así, no estaba invitado a la boda. Pero como era muy gorrón, pensó que en el barullo nadie caería en la cuenta si aparecía por allí. Los invitados por parte del novio pensarían que estaba  por parte de la novia, y lo mismo les pasaría a los de la novia, que creerían que estaba invitado por parte del novio. -¡Échame un vaso de vino, chiquita, que parece que me cuesta terminar estas judías!
- ¡Juan, apártate un poco, que vas a meterle el pan al abuelo en la boca!
- Porque no tengo dientes, sino más de tres veces me habría ya comido lo que lleva en la mano este chico.
- Pero abuelo, ¿qué pasó?
- Pues verás. Cuando iban a sentarse a comer, algún invitado curioso empezó a indagar sobre quién había invitado al tio Noviercas. ¡No! Nosotros no lo hemos invitado, dijo un pariente cercano del novio. Pues nosotros tampoco, dijo un pariente de la novia. Entonces… - Dame un trozo de pan, hija.
- Entonces, ¿qué, abuelo?
- Entonces, se pusieron todos de acuerdo, y cuando el tio Noviercas se sentó para comer, empezaron a decirle: ¡Córrase un poco más tio Noviercas! Y al momento otra vez: ¡Córrase un poco más tio Noviercas! Así hasta que lo sacaron de la mesa y no le quedó más remedio que irse del banquete. Se marchó para su pueblo y, cuando estaba a la mitad del camino, se tropezó con unos que iban a Borobia y les dijo: Cuando lleguéis al pueblo les decís a los de la boda por dónde  habéis visto al tio Noviercas. ¡ A ver si ya me he corrido bastante!
Un coro de risas celebra el chascarrillo del abuelo, mientas él, con su boca desdentada, se dispone sin prisas a atacar el segundo plato.

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