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martes, 7 de diciembre de 2010

¡Qué alucine!

Hace unos meses apareció en los medios de comunicación la noticia de que estaba a punto de inaugurarse en Berlín el restaurante Flimé, un restaurante muy especial. En la campaña de publicidad del mismo podía leerse que se buscaban donantes para poder ofrecer especialidades caníbales a sus clientes, lo que causó la justificada indignación de muchos ciudadanos. Es cierto que pudo tratarse únicamente de un recurso para atraer la atención, pero en todo caso no deja de ser algo sumamente macabro y del peor gusto que uno pueda imaginar.
"Tras una revisión médica puede usted decidir qué parte de su cuerpo está dispuesto a donar" - podía leerse en la publicidad. El donante potencial había de rellenar un formulario en el que se incluían datos personales como la identidad, la edad, las posibles enfermedades crónicas, el consumo de tabaco, drogas o alcohol, el peso, el grupo sanguíneo y, en el caso de ser mujer, hasta si existía un embarazo.
¡Qué alucine!
El propietario de este restaurante tan original, un brasileño llamado Eduardo Amado, anunciaba que iban a ofrecer cocina de la cultura wari, un pueblo caníbal de la selva amazónica, en combinación con recetas clásicas brasileñas.
"Contemplamos la alimentación como un acto espiritual en el que se asume el alma y la fuerza del ser que ingerimos". "Disfrute en Flimé de especialidades de aroma y sabor inolvidables que llegarán a entusiasmarle".
Estas son algunas de las perlas que aparecían en su propaganda. ¡Hasta pensaban correr con los costes hospitalarios de las amputaciones!
Pues nada, pobres del mundo, si estáis en el paro, o vivís en un país del tercer mundo y no tenéis dónde caeros muertos. ¡No hay problema! El señor Eduardo Amado os ofrece una solución. Sólo es cuestión de acercarse al centro sanitario más próximo y decirle al galeno que os atienda: "Doctor, córteme una mano. Total... ¿para qué quiero yo las dos?"

Me pregunto cuántos clientes se habrán convertido ya en caníbales en Berlín.

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