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viernes, 3 de diciembre de 2010

La sociedad virtual


No conozco demasiado de la obra del escritor argentino Ernesto Sabato. Leí hace años El Túnel y, no hace tanto, La resistencia, porque en algún sitio, ya no recuerdo dónde, leí una crítica favorable sobre el mismo. No es un libro de entretenimiento, por el contrario se trata de un libro que hace pensar. Se compone de un conjunto de cartas en las que el autor hace un certero análisis de la realidad de nuestro mundo. Me he permitido tomar prestadas algunas de sus frases. "La sociedad virtual en que vivimos nos aleja del corazón de las cosas, nos hace olvidar el latido de la vida." "Trágicamente, el hombre está perdiendo el diálogo con los demás y el reconocimiento del mundo que le rodea, siendo que es allí donde se dan el encuentro, la posibilidad del amor…Las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica de la televisión… El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, atonta la mente, perjudica el alma…Al ser humano se le están cerrando los sentidos. No vemos lo que no tiene la iluminación hipnótica de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen…" Estas palabras me han servido como tema de reflexión y también como un revulsivo. ¡Es cierto! ¡Lástima de tantas horas consumidas inútilmente, con nuestros cuerpos apoltronados en el sofá, dominados por la abulia y la modorra, tragándonos todos esos programas indigeribles con que las distintas cadenas televisivas nos obsequian! ¿Y qué futuro les espera a nuestros niños, con sus almas tan permeables, expuestos durante horas y horas a tanta violencia y zafiedad? Podríamos hacer tantas cosas durante ese tiempo tan valioso… ¡Tantas cosas hermosas que contemplar, tantas que descubrir, tantas personas a las que escuchar o demostrarles nuestra cercanía y nuestra amistad! También el ordenador puede someternos a parecidas servidumbres. Ese mundo casi inabarcable que nos ofrece internet puede esclavizarnos con su seducción. Una amiga lo expresaba magníficamente en su blog: Aquel niño que para conseguir la atención de su madre encuentra como única solución conversar con ella a través del chat. ¡No nos equivoquemos! Siempre dispondremos del ordenador, pero aquellos momentos que hayamos hurtado a los nuestros, aquellos besos que no hayamos dado, aquellas palabras cariñosas o aquel consuelo que les hayamos negado, mientras el ordenador nos cautivaba, no podremos recuperarlos jamás.

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