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lunes, 27 de diciembre de 2010

Retazos*** Días de invierno


Esta mañana he viajado a Zaragoza con motivo de una consulta médica. Llevamos ya varios días en los que el invierno ha enseñado sus garras. La niebla nos ha acompañado durante todo el trayecto. El campo, la hierba, los árboles, lucían un hermoso vestido blanco de escarcha. ¡Ojalá hubiese cogido la cámara!- me he dicho. Pero no importa. Conservo una buena colección de imágenes del invierno pasado. Una mañana, en la que quedamos sorprendidos pensando que de forma inexplicable habíamos amanecido en Siberia, tapada hasta los ojos, recorrí buena parte del pueblo, y más tarde salí por el campo, para inmortalizar aquel hecho nada usual. La naturaleza había tejido durante la noche los más hermosos y blancos encajes.
Al acabar la visita me he despedido de mi hija que todavía tenía que realizar varias gestiones y he ido buscando un bus urbano con el que poder llegar a las proximidades de la estación de autobuses. La gente caminaba embutida en su ropa de abrigo. Al contacto con el frío, el aliento proporcionaba a los viandantes el aspecto de chimeneas encendidas. He llegado a las proximidades del Corte Inglés, en el Paseo Sagasta. Mientras esperaba la llegada del 33, resguardada bajo la marquesina, he visto pasar un joven oriental montado en su bicicleta. Una pequeña que estaba en la parada en compañía de su hermano, ha soltado una carcajada. Yo no he podido por menos que esbozar una sonrisa. El ciclista llevaba un gorro recién comprado, seguro, ya que conservaba todavía la etiqueta del precio. Eso me ha hecho recordar el Día de Inocentes -hoy víspera, por cierto -. ¡Cuántas bromas se gastaban en los años de mi juventud! Algunas, graciosas, otras demasiado pesadas. Un veintiocho de diciembre, iba yo por la Plaza de España y por delante de mí caminaba un hombre maduro que llevaba sujetos a la espalda varios muñecos de papel de periódico. La gente lo miraba y se reía. Todavía recuerdo cómo se enfadó cuando me acerqué a él para avisarle. Casi parecía que fuera yo la culpable. Espero no ser víctima de ninguna inocentada. Por supuesto, si alguien me pide prestado dinero le diré que no, no sea que a continuación me diga aquello de: "Los Santos Inocentes te lo pagarán"

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