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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Esa otra soledad



Soledad: Carencia de compañía; estado o circunstancia de estar solo...
Así está definida esta palabra en el tomo número 18 de la Enciclopedia Larousse que ocupa una de las estanterías de mi cuarto de estar.
Hay al menos dos clases de soledad. Está la soledad apetecible. Aquella que se busca de forma voluntaria con el fin de encontrar un espacio y un tiempo para la reflexión personal. Una especie de remanso para poder disfrutar de las propias aficiones o para encontrarse a sí mismo. La senda por la que se adentra todo aquel que se afana en descubrir la belleza del jardín interior. Y está la otra, ¡tan terrible! Esa soledad forzosa que arrastran muchos seres humanos, sobre todo en las grandes ciudades.
De cuando en cuando aparecen publicadas en la prensa noticias parecidas a ésta: "Un hombre ha permanecido muerto en su casa durante cuatro años" ¡Qué duro!
Yo me pregunto: ¿Nadie pareció echarlo de menos en todo ese tiempo? ¿Dónde estaba su familia? ¿No tenía ni un solo amigo? ¡Qué triste ha de resultar pasar por la vida sin gozar del amor y la amistad! ¿Puede una persona sobrevivir sin ellos? Es muy posible que ese hombre no muriese de enfermedad, sino de falta de amor.

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