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viernes, 17 de diciembre de 2010

Retazos*** Mi querido y loco adolescente


Hubiese deseado verte convertido en un niño pequeño y apretujarte entre mis brazos. Poder comerte a besos y llenarte de caricias para borrar de tu memoria la mala experiencia que has sufrido. En cambio, sentada junto a ti sobre la cama, sólo he acertado a poner torpemente mi brazo sobre tus hombros y darte un par de besos, tratando de no herir tu ego adolescente, para demostrarte que me tienes muy cerca y que te quiero. Tú, mientras, me dices que te encuentras deprimido y que has perdido la ilusión del veraneo. Hay que aceptar las cosas como vienen. Y que lo ocurrido te sirva de lección. ¡Que no puedes andar abriendo agujeros en la arena y taparlos después con una hoja de periódico, mismamente como el cazador prepara su trampa en medio del follaje de la selva! Ha pasado… lo que tenía que pasar. Y te ha pillado de sorpresa contemplar cómo la pierna de una señora gruesa, baja y de lengua viperina, desaparecía en su interior. Ha querido pegarte, ha dudado de tu normalidad, y ha increpado a tu tía, a la que ha confundido con tu madre, intentando hacerle sentir vergüenza por haberte traído al mundo. Ella ha intentado buenamente amansar a la fiera que, como caballo desbocado, desfogaba su cólera contando con todo lujo de detalles a los amigos, conocidos y desconocidos, en muchos metros a la redonda, su percance, y amenazando con exigir daños y perjuicios. Tus hermanos, que ya te habían prevenido de las posibles consecuencias de tu excavación, y de los que tú mientras tanto te reías, hubieran querido convertirse en avestruces, para poder esconder sus cabezas bajo la arena y huír así de semejante granizada. Quizás haya sido mejor que ni tu padre ni yo estuviésemos allí en aquel momento. Yo me pongo en el lugar de la mujer que ha estado en un tris de romperse la pierna y puedo comprender su enfado; pero tú eres mi hijo - un poco cabezota a veces, es verdad- y  yo te quiero muchísimo, y no me avergüenzo de ser tu madre, ¡ea!. Al contrario, me siento orgullosa de ti por muchos motivos. ¡Sépalo Vd., señora mía! Y, además … juraría que usted no tiene hijos.

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